
Néstor Cardona Arcila
Nosotros
“Hombre de buen humor y mal genio”. Con esa aparente paradoja lo definió su hijo Néstor en una tertulia dedicada a su padre, Néstor Cardona Arcila, con motivo del centenario de su nacimiento. Con ese nombre fue bautizado en Líbano, Tolima, lugar donde nació el 20 de mayo de 1909 en tiempos de la República Conservadora.
De allí llegó a una Pereira deslumbrada por los prodigios de la tecnología llegada de Estados Unidos y Europa, que se presentaba a los parroquianos como la promesa de un mundo mejor: trenes, cine, gramófonos, radios y automóviles. Era la aldea cantada y contada por Ricardo Sánchez, Luis Tejada y Luis Carlos González. Una población que movía a risa en su patetismo por parecer cosmopolita.
Pero era también el lugar donde se agitaban las ideas liberales, traídas al territorio por los guerreros refugiados durante la Guerra de los mil días.
Fue el 2 de enero de 1942 cuando apareció el primer número de El Fuete, el periódico fundado por Néstor Cardona Arcila, que a partir de esa fecha sería más conocido con el seudónimo de CAN, una suerte de sabueso dedicado a husmear en las entrañas de un poblado donde los patriarcas y matronas asistían puntuales a misa de doce, para poder dedicarse a pecar tranquilos al caer la tarde.
Un perro implacable, ducho en morder el trasero de los caciques políticos que apacentaban sus votos en parroquias y veredas, agitando las consignas de Alfonso López Pumarejo, Laureano Gómez, Jorge Eliécer Gaitán y Mariano Ospina Pérez.
Desde muy temprano, políticos liberales como Camilo Mejía Duque (“El negro”), Óscar Vélez Marulanda (“Plumón”) y el conservador Jaime Salazar Robledo supieron de sus agudos colmillos.
A partir de ese 2 de enero, y durante medio siglo, los pereiranos buscaron en El Fuete el apunte fino, el apodo oportuno y el guiño mordaz que los mantuvieran en contacto con el quehacer de los políticos, los obispos y los líderes cívicos.
Es decir, con los que mandaban en la parroquia.
Como su nombre lo advertía, El fuete estaba siempre atento a fustigar a los dirigentes cuando se desviaban del camino.

No por nada era el termómetro de la vida cotidiana de quienes habitaban ese pueblo de andariegos llegados de otros lugares del país y, a veces, del mundo.
Como otro sabueso, el periodista y profesor Franklin Molano se dedicó durante varios años a husmear el rastro de El fuete, en un trabajo de investigación cuyo fruto es el reportaje perfil titulado Ese es CAN , para más señas.
En esa labor de arqueología periodística, Molano da cuenta del acontecer político, social y económico que alimentó las páginas de El fuete en un poblado que vivía su tránsito hacia ciudad intermedia.
Un pueblo en el que “todos se conocían” y por eso mismo se veían retratados en las páginas de ese periódico en el que no faltaban ilustraciones y fotografías trucadas en las que se exageraban los rasgos de los personajes reseñados.
Allí alentaba el germen de las primeras caricaturas que después serían la impronta del periódico,
Eso, y el hiperbólico lenguaje que siempre caracterizó sus textos, así se tratara de viñetas, noticias y versos o de las gotas satíricas que los lectores aguardaban con la avidez que caracteriza a los humanos cuando se trata de ensañarnos con los defectos físicos o morales del prójimo.

No por nada era el termómetro de la vida cotidiana de quienes habitaban ese pueblo de andariegos llegados de otros lugares del país y, a veces, del mundo.
Como otro sabueso, el periodista y profesor Franklin Molano se dedicó durante varios años a husmear el rastro de El fuete, en un trabajo de investigación cuyo fruto es el reportaje perfil titulado Ese es CAN , para más señas.
En esa labor de arqueología periodística, Molano da cuenta del acontecer político, social y económico que alimentó las páginas de El fuete en un poblado que vivía su tránsito hacia ciudad intermedia.
Un pueblo en el que “todos se conocían” y por eso mismo se veían retratados en las páginas de ese periódico en el que no faltaban ilustraciones y fotografías trucadas en las que se exageraban los rasgos de los personajes reseñados.
Allí alentaba el germen de las primeras caricaturas que después serían la impronta del periódico,
Eso, y el hiperbólico lenguaje que siempre caracterizó sus textos, así se tratara de viñetas, noticias y versos o de las gotas satíricas que los lectores aguardaban con la avidez que caracteriza a los humanos cuando se trata de ensañarnos con los defectos físicos o morales del prójimo.

Tampoco es casual que Mheo y Matador publicaran allí sus trabajos tempranos, muchos años antes de que tuvieran el reconocimiento nacional de que hoy son objeto: CAN siempre tuvo el olfato para captar esa clase de humor que es hija natural de la inteligencia.
De ahí la importancia de este reportaje perfil escrito por Franklin Molano y premiado dentro de la Convocatoria de Estímulos de la Secretaría de Cultura de Pereira en su edición 2018.
En sus bien hilvanadas páginas, y con un soporte gráfico que nos ubica en los distintos grados de evolución formal del periódico, el autor nos muestra que, más allá de lo anecdótico y parroquial, El fuete desempeñó durante medio siglo el papel de lente capaz de mostrarnos, en tonos transfigurados por la risa, a los protagonistas de una historia de dichas y desventuras, haciendo más gozoso nuestro tránsito por el mundo.
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